lunes, mayo 14

Transfusión

Así como la transfusión de sangre revive a los organismos exhaustos, inyectándoles un manantial de energía y esperanza, así las almas se remozan cuando anegan sus eriales los cauces profundos del amor.

El amor, igual que la sangre, constituye un carácter biológico permanente. Cada ser pertenece a un tipo preestablecido de amor, apto por lo pronto para verterse en sujetos afines y para verterse en seres disímiles conforme a postulados psicológicos intergiversables. La transfusión del amor se efectúa de manera más o menos parecida a la de la sangre. Lo mismo que ésta determina cuatro tipos hemióticos en la especie humana, el amor agrupa al individuo en cuatro categorías eróticas: pongamos A, B, C, D. El amante de tipo A es siempre de tipo A, o siempre del tipo C o del D. Lo curioso es que el problema de la transfusión de amor no ha sido abordado todavía. Social y eugenésicamente sería útil. Cuando la simpatía está en camino de cristalizar en amor, los enamorados debería concurrir a un psiquiatra especializado -al amorisconsulto- que dictaminara el acierto de la elección, a través de las tendencias de sus respectivas libidos. Existen almas dispares, astutas en el juego de disimular esa disparidad. Existen temperamentos que aglutinan o disuelven los sentires ajenos. La conjunción perfecta en el amor es obra de un estudio que, la mayoría de las veces escapa a los novios. La inyección sanguínea no se realiza cuando la sangre de uno y otro no opera el milagro asimilatorio. ¿Por qué, entonces, no reglar las inyecciones del espíritu? Al grupo A, formado por “receptores universales”, puede llamársele gráficamente el “grupo egoísta”. Las personas de ese tipo son aptas para recibir el amor de todo el mundo; pero no lo pueden transfundir más que a personas de su categoría. Las hetairas, prueba al canto, que sólo aman a rufianes y gente del hampa… En oposición a este grupo, figura el D, que corresponde a los “altruistas”, a los “dadores universales”, cuyo amor se transfunde a todo el mundo; pero que no pueden recibirlo más que de personas del grupo suyo. Jesús y don Quijote, por ejemplo, cuya efusión llenara la humanidad, célibes aun de espíritu, debido a la pequeñez de María de Magdala y a la zafiedad pastoril de Dulcinea… Los grupos B y C, que pueden recibir amor de los grupos B, C y D, están integrados por los amantes standard, a quienes atan espesas conveniencias y pasiones ordinarias. A veces, cuando reciben un amor altruista, se transfiguran pomposamente en la pantalla de la vida. El caso de Georges Sand, verbigracia, recibiendo los efluvios geniales de Chopin…

Op Oloop, Juan Filloy


Copypaste de El Hombre Que Comía Diccionarios

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