Escepticismo
¿Qué es el escepticismo? No es nada esotérico. Nos lo encontramos a diario. Cuando compramos un coche usado, si tenemos el mínimo de sensatez, emplearemos algunas habilidades escépticas residuales (las que nos haya dejado nuestra educación). Podrías decir: «Este tipo es de apariencia honesta. Aceptaré lo que me ofrezca.» O podrías decir: «Bueno, he oído que de vez en cuando hay pequeños engaños relacionados con la venta de coches usados, quizá involuntarios por parte del vendedor», y luego hacer algo. Le das unas pataditas a los neumáticos, abres las puertas, miras debajo del capó. (Podrías valorar cómo anda el coche aunque no supieses lo que se supone que tendría que haber debajo del capó, o podrías traerte a un amigo aficionado a la mecánica.) Sabes que se requiere algo de escepticismo, y comprendes por qué. Es desagradable que tengas que estar en desacuerdo con el vendedor de coches usados, o que tengas que hacerle algunas preguntas a las que es reacio a contestar. Hay al menos un pequeño grado de confrontación personal relacionado con la compra de un coche usado y nadie afirma que sea especialmente agradable. Pero existe un buen motivo para ello, porque si no empleas un mínimo de escepticismo, si posees una credulidad absolutamente destrabada, probablemente tendrás que pagar un precio tarde o temprano. Entonces desearás haber hecho una pequeña inversión de escepticismo con anterioridad.
Ahora bien, esto no es algo en lo que tengas que emplear cuatro años de carrera para comprenderlo. Todo el mundo lo comprende. El problema es que los coches usados son una cosa, y los anuncios de televisión y los discursos de presidentes y líderes políticos son otra. Somos escépticos en algunas cosas, pero, desafortunadamente, no en otras.
Por ejemplo, hay un tipo de anuncio de aspirina que revela que el producto de la competencia sólo tiene una cierta cantidad del ingrediente analgésico que los médicos recomiendan (no te dicen cuál es el misterioso ingrediente), mientras que su producto tiene una cantidad dramáticamente superior (de 1,2 a 2 veces más por cada pastilla). Por tanto deberías comprar su producto. Pero ¿por qué no simplemente tomar dos pastillas de la competencia? Nadie te ha dicho que preguntes. No apliques escepticismo en este asunto. No pienses. Compra.
Carl Sagan - "La carga del excepticismo"
Hay dos cosas que no se nos enseña de pequeños: a dudar y a reconocer que no está mal equivocarse. No sé cuál de las dos cosas es más grave. En su ausencia, es muy probable que de mayores no tengamos ideas, sino ideología, que implica apego y es más difícil de cambiar. Las ideas no son entes que se puedan abrazar y arropar por las noches: son entidades abstractas. Desechables. No tengan miedo de tirarlas lejos.
Para empezar, duden. Duden de los adivinos que salen por televisión y de los profetas que hablan por la radio. A veces es fácil identificarlos: visten de forma estrafalaria y hablan con acento extraño del futuro individual, del fin del mundo, del momento en que ya no le preocupará a nadie la cuota de la hipoteca. En otras ocasiones es más difícil: visten con traje y corbata y hablan con términos técnicos del futuro global, de cambios en el sistema, de por qué debería preocuparles la cuota de la hipoteca. Unos y otros se equivocan, pero es comprensible: les pagan por estar en el aire hablando y rellenando minutos, no por acertar en sus predicciones. Pero en el fondo nos gusta escucharles: sería tan bonito vivir sin incertidumbre. No es nada cálido oír a alguien decir que tu sitio en el mundo dentro de un año, salvo caso de fuerza mayor, depende únicamente de ti. La gente cambia de canal al escuchar eso; es mucho más tranquilizador saber a ciencia cierta qué pasará la semana que viene. Aunque sea mentira.
Equivóquense. Yerren. Significará que por lo menos lo han intentado. Tengan muy presente que, para hacer algo bien, primero hay que hacerlo mal. Varias veces. Pero queremos hacer las cosas bien a la primera. Hacerlas mal es una pérdida de tiempo. Y necesitamos gran cantidad de él para aburrirnos en casa. Equivocarse es fracasar. Y una mierda.
-Copypasteado de Las Penas del Agente Smith
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